La sal y el vinagre son ingredientes míticos utilizados desde tiempos remotos en la Alquimia, en religiones, rituales de magia, etc. Son elementos tradicionales de la hospitalidad en muchos países. Por ejemplo, según las Ordenanzas Militares de Carlos III, los soldados tenían derecho a exigirlos donde se alojasen.
El ritual de la sal y el vinagre se basa en una
reacción entre ambos compuestos, que podríamos situar en la frontera entre la
físico-química. Es un proceso de limpieza muy antiguo, discutible si se quiere,
pero que en la práctica elimina la nocividad o el maleficio en la mayoría de
los casos.
Para
efectuar el ritual se echa un puñado de sal
marina en un cuenco de barro -una vasija de loza o vidrio sirve igualmente-
que contenga un poco de vinagre en
el fondo. El cuenco se pone sobre un plato sopero -para evitar manchas y se
deja en reposo en un lugar de la habitación que se quiere purificar (encima de
un armario, dentro de un cajón, o cualquier otro sitio donde no estorbe). Si en
el ambiente hay una negatividad, al día siguiente o antes comprobaremos cómo la
sal ha trepado por las paredes interiores de la vasija llegando hasta el borde
y baja por el exterior, derramándose en el plato, que para eso se pone. La
velocidad de esta reacción parece que depende de la intensidad de la
negatividad, y a veces tarda varios días en iniciarse.
Los
expertos aconsejan dejarla durante 13
días. Si el ambiente está cargado y la sal ha remontado las paredes, habrá
que limpiar el recipiente y repetir la operación con sal y vinagre nuevos por
otros trece días, y así sucesivamente hasta que no haya indicios de reacción.
Esto indicará que la nocividad ha desaparecido. Analizando el fenómeno desde el
punto de vista físico-químico, una parte de la sal se disuelve en el vinagre,
que queda saturado. Esta solución se evapora ligeramente en la parte más
superficial haciendo que cristalice otra vez la sal disuelta anteriormente. En
teoría sería posible que la solución ascendiera hasta el borde de la vasija a
través de los nuevos cristales que se van formando en el límite de la
superficie, que absorben el
vinagre saturado de sal hacia arriba, formando capas superiores de cristales.
Pero este proceso es lento y llevaría semanas que la solución alcanzase el
contorno del vaso.
En el caso que nos ocupa lo frecuente es que en un
día o menos la mezcla sobrepase el borde y se derrame en el plato. Cuando en la
primera operación ha habido ascenso y derrame de sal y en la segunda -con la
misma vasija u otra cantidad de sal y vinagre, mismo origen, y a temperatura y
humedad similares- no ocurre nada, es que hay otra condición externa que
ignoramos y que ha cambiado los factores.
¿Son
estas molestas negatividades, que
supuestamente flotan por el ambiente y que luego desaparecen, las que lo provocan?
Ante todo, esta reacción atenta contra el 2º
Principio de termodinámica, ya que se crea un cierto orden (la sal que se
encarama por la vasija, venciendo la gravedad) a partir de un desorden o
elemento homogéneo (la disolución de la sal en el vinagre). I. Prigogine logró
demostrar que esto puede ocurrir con su teoría de las Estructuras Disipativas,
que le valió el Premio Nóbel de Química en 1977. Para establecer su teoría se
apoyó en la intrigante reacción Belusov-Zhabotinsky (BZ). Prigogine, sin
rechazar el 2º Principio de Termodinámica probó que se podía sortear si se
daban tres condiciones:
1.-Que se
trate de un sistema no lineal, o sea en el que los efectos no sean
proporcionales a las causas.
2.- Que esté
alejado del equilibrio.
3.- Que un
flujo de energía lo atraviese.
El fenómeno del ascenso de la sal es un típico
ejemplo de estructura disipativa, como la reacción BZ. El vinagre, obtenido por la fermentación acética del vino,
aunque con predominio del ácido acético, es una mezcla de numerosos compuestos
distintos. A pesar de que el ácido acético no puede desplazar al clorhídrico de
la sal, es probable que, al saturarse ésta, se inicien otras reacciones con
otros componentes, Químicamente es imposible una efervescencia que remonte la
mezcla. Ésta es un medio poco lineal y alejado del equilibrio. Se cumplen dos condiciones de Prigogine. La tercera,
la del flujo de energía, ¿podría
proceder de estas entidades o fuerzas negativas? Los teóricos de la Energía libre también se
apoyan en las teorías de Prigogine para justificar la captación de un flujo
energético a partir de la caótica Energía del Punto Cero.
La reacción del vinagre y la sal, que necesita un
flujo energético externo, atrapa
preferentemente la energía que re-quieren estas proyecciones o movilizan
las personas malintencionadas. Se
produce una distorsión del flujo y la carga nociva acaba disipándose.
Esta reacción también puede producirse, y a veces
con sorprendente rapidez, en lugares sagrados (templos, etc.) donde se supone
que hay una intensa carga energética positiva, tanto por su ubicación en focos
de energía telúrica como por la acumulación de proyecciones positivas de los
fieles que o han frecuentado durante años y por la hipotética presencia de
entidades adimensionales beneficiosas, como serían los ángeles. En cierto modo
es algo similar a las reacciones de la Alquimia , que están condicionadas por fuerzas
sutiles del propio alquimista y de otros orígenes extradimensionales como el
océano energético movilizado por él. En todo caso, el experimento de la sal y el vinagre es indicativo de
una energía ambiental, que puede ser negativa y perturbadora o positiva y
saludable.
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